Querido Manolo… La foto de mi casa que
pones en tu blog trae a mí la añoranza de aquel tiempo al que tanto nos cuesta
renunciar. La casa de la “portalina” a la que nosotros llamábamos cariñosamente
“la Casa Vieja” fue en aquellos dias el centro neurálgico y de reunión de mucha
gente que no tenia nada que hacer o que buscaba en sus ratos libres compañía y
conversación o simplemente contemplar las motos y las bicis que iban al garaje,
primero de Servidio y luego de Macario, o admirar los escasos coches que
pasaban por la carretera.
Aquella portalina de mi niñez dió cobijo a personajes que
hoy ya son historia, como Miguelucho, Navajón, Carson, Gusabeto, Jacintón, el
Bichongo, el “Aleman” con su bici a motor, Ínes recien lavado y peinado, Nisio
el “ayudante” del Cura de Voznuevo, aquel que, si te acuerdas, decia la misa en
diez minutos…”qué le pasa a la moto, Nisio?… No es nada, es que le suspira el
carburador”. Mientras, la Sra. Maria le daba a la manivela del viejo poste de
gasolina para llenar el depósito al “pájaro verde” de D. Amable.
Y si alguna mozona se le ocurria pasar por delante de
aquella portalina, Dios no lo quisiera, apretaba el paso por no oir los
“piropos” que aquellos “bárbaros” que diría D. Porfirio, la dedicaban, asi que
la próxima vez mejor daria la vuelta por la esquina del bar de Isidro.
Los tres postes del “corredor” se mantuvieron firmes,
hasta que el último de la derecha lo tumbó el camión de Evelio primero y años
despues Ínes con el camión que conducía, que como no queria estudiar se metió a
chofer, decían… Así desapareció aquel hermoso “corredor” donde mis hermanas
bordaban al sol del invierno, mientras “Pateta” el hijo de la Sra. Maria, entre
darle y darle a la palanca de la gasolina, trepaba por un poste y se sentaba
con los pies colgando sobre la calle, pegando la hebra con ellas toda la
mañana.
A mi me parece que a pesar de la posguerra y la escasez,
la gente era feliz… A lo mejor era la
juventud y la locura de aquel tiempo…
Un abrazo,
Tomas
Suarez
Otra vez muchas gracias.