El título de esta entrada es elocuente: lo que Boñar perdió. Edificios que han formado parte de nuestro mundo, han ido desapareciendo: unos por la incuria y, a veces, cabezonería de alguno; otros por la transformación de lo viejo en nuevo y por el lucro económico, cosa legítima. El resultado es que la piqueta o la naturaleza se nos ha llevado edificios que hoy luciría Boñar con orgullo.
Esta iglesia dedicada a San Ignacio, de la que no tenemos mucho conocimiento de sus orígenes, cuando iba a ser declarado Bien de Interés, fue derribada con nocturnidad. Una joya perdida
Su lugar ha sido ocupado por este arco sin alma. El dintel de la puerta con la inscripción latina: "Solum quod dabis habebis", corre el peligro de desaparecer , sino se la protege. Es lo que nos queda de la iglesia.
Lo que queda de la "Calda" es una acuarela de Federico Cubillo. La Calda fue el lavadero al que iban nuestras madres y abuelas a lavar la ropa. Cerca del Puente Viejo, era sencilla, pero con un encanto especial.
La casa del Catalán era lugar de concentración por estar en un sitio concurrido ya que estaba al lado de la carretera y la gasolinera. Allí vivió Isabelita, de grato recuerdo para muchos de nosotros
Otra vista con la gasolinera
Siguiendo la casa del Catalán, estaba la casa con soportales, yo creo que la única así en el casco urbano, con la de la estación. En ellos tenía su taller de bicis Macario. Cuantas veces le alquilamos bicis para nuestras correrías. La piqueta también se llevó estas típicas casas norteñas.
Aquí estuvo el cine Morilla. Llenó la vista y la imaginación de muchos niños, jóvenes y adultos que crecieron con las películas del oeste y las románticas.
Hoy presenta esta imagen destartalada, que espera un destino útil para el pueblo.
Boñar perdió sus ferias. Unas ferias conocidas a muchos kilómetros a la redonda. Hasta el novelista Armando Palacio Valdés se hace eco de la de San Pedro
Sin ganado sobran los potros y los herradores
Tal vez la pérdida más sensible y sentida por los boñareses sea la del Negrillón, el árbol-tótem del pueblo, el que adjetivaba al nombre de Boñar, "la Villa del Negrillón. Con él se ha perdido un poco el alma de Boñar, aunque siempre esté en su memoria.
"Fuiste, ya no eres más", que dijo el poeta
.
Con la pérdida de la presa, que atravesaba Boñar como una arteria, perdió poesía. Perdió ese encanto de pueblo-pueblo, que le distinguía de las ciudades repulidas. Hoy estas pèrdidas asemejan a Boñar a cualquier pueblo crecido y surgido del ladrillo y el cemento.
La matanza del gocho era una fiesta para la familia y los vecinos. Suponía la supervivencia en los largos inviernos nevados. El cura y el médicotenían derecho a un trozo.
Así está, esta piedra epigráfica
y así estuvo. (Casa de los Viejo)
Así quedó este vestigio de la guerra civil, situado en el puente Nuevo.
Otra de las costumbres perdidas es la de la trilla. Boñar dejó de ser agrícola y enmudecieron los molinos.
Se nos fueron oficios y comercios que daban vida a Boñar.
Traigo, entre los edificios tirados o dejados morir de viejos, dos estratégicos: la casa de Pedro y Angeles en la curva del Ayuntamiento y la de Alejandra, en la "costona", que hoy es un solar.
Podría seguir y seguir, pero con este muestrario y más que tú recuerdes, podemos lanzarnos a "la búsqueda del tiempo perdido" ( y de la historia perdida en estos edificios y costumbres)