Lo incorporo al blog por el interés que tiene.
LA PIEDRA QUE LEVANTÓ LEÓN
Boñar reivindica su piedra
Es el material que
levantó León, la Catedral incluida. Desde hace 70 años, la misma familia
gestiona la cantera de la que salió la mayor parte de la piedra del templo
gótico. Ahora son las nietas del fundador la que la llevan
Los Aldeiturriaga de Boñar llevan explotando el yacimiento de «Sierra
Redonda» tres generaciones. El abuelo Armando fue quien se asentó en la zona
después de venir del País Vasco. Cantero de profesión, reabrió la histórica
explotación de la que salió gran parte de la piedra de la Catedral de León y de
un largo etcétera de nobles edificios. San Marcos, parte de San Isidoro, la
Diputación, la Casa de Carnicerías...
Ángeles, Elba y Yolanda son las nietas del fundador. Las tres están ahora
al frente de la empresa que gestiona la piedra de Boñar desde 1945. Oasa tiene
nueve trabajadores y sus siglas son un homenaje a los familiares que
contribuyeron a levantar el negocio. Las letras finales de sus nombres. La o
del abuelo Armando; la a de su mujer, Ángela; la s de Carlos, que era el
progenitor de Ángeles, Elba y Yolanda, y la a final de Margarita, hermana de su
padre.
La piedra de Boñar es caliza y su calidad viene dada porque es de las pocas
que admite pulido, como los mármoles, explican estas tres empresarias. A pesar
del sambenito del ‘mal de la piedra’, repetido cada vez que existe un
desprendimiento en la Catedral de León, su calidad está de sobra contrastada,
según ellas. Con estudios y por su largo historial de obras, dentro y fuera de
España, en las últimas siete décadas. Desde la sede del Banco Santander en la
capital cántabra, la iglesias de Vegaquemada, San Claudio de León... hasta el
último gran encargo que ejecutan: el Ayuntamiento de Malabo, en Guinea
Ecuatorial.
La Pulcrha no tendría ese aspecto imponente, blanquecino, si no fuera por
la piedra de Boñar, que fue utilizada por sus características y también porque
fue de las de más fácil transporte hasta la capital en aquellos tiempos, que no
son los de hoy.
«Pasa en todas las catedrales; lo que hay que hacer es gastarse el dinero
en restauraciones», insiste Yolanda que, como sus hermanas, trata de llevar con
«filosofía» una acusación que, a juicio de las tres, es infundada. «Estamos un
poco hartas, la verdad». Y como prueba, hasta para la última restauración del
castillo de Fontainebleau, en Francia, se llevó la llamada piedra de Boñar.
Aunque toda la atención se vuelva a centrar en su piedra, la Catedral
arrastra desde el siglo XIII otra serie de deficiencias que tienen su origen en
su estructura original. Así quedaron de manifiesto en el siglo XIX, cuando se
inició su gran restauración. Su cimentación y también su arriesgada y atrevida
estructura gótica. Cuenta Demetrio de los Ríos, que cogió el testigo de Juan
Madrazo al frente de la restauración en 1880, que el uso de la piedra a lo
largo de las distintas etapas constructivas no fue uniforme, sino que varió
cronológicamente, «provocando la consiguiente desigualdad en la resistencia,
según el tipo de material utilizado». Es decir, la piedra mayoritaria fue de
Boñar pero también se utilizaron otras canteras, aunque ya en mucha menor
medida.Según recoge Ignacio González-Varas en su libro ‘La Catedral de León. Historia y restauración 1859-1901’, Demetrio de los Ríos estudió el proceso cronológico de la construcción del templo
gótico y llegó a la conclusión de que, a lo largo de sus siete siglos, se
emplearon hasta tres tipos. La primera, de color rojizo, pese a ser calificada
por el arquitecto como la «más resistente y menos deleznable» en comparación
con las usadas después, «no dejó de ofrecernos casos de fácil descomposición y
escasa entereza», explicaba el arquitecto, que de todas formas la consideraba
de gran importancia para la estabilidad de la estructura general debido a que,
al ser utilizada en primer lugar, se aplicó en la zona baja de la Catedral,
«que tenía que soportar las mayores presiones».
La piedra con la que se continuó la Catedral en el siglo XIV correspondió
«al proceso constructivo de algunos de los pilares meridionales, las pilas
torales con excepción de la noroeste, la totalidad de la fábrica exterior y la
delicada y sutil labra de la tracería y maineles del ventanaje». Esta piedra,
de color blanquecino salpicada con puntos amarillos, blanda y porosa en exceso,
era mucho menos resistente que la rojiza anterior, lo que provocó, según el
conservador, que numerosos sillares se vieran reducidos «ya no a barro, sino a
tierra».
Por ú1timo, se empleó otra calidad de piedra de naturaleza más compacta,
pero fina de grano, según De los Ríos.
Ángeles, Elba y Yolanda no
entran en un debate técnico profundo, pero sí dan sus «razones» también, como
que para la construcción del monumento leonés, por ejemplo, se utilizaron las
capas más superficiales del yacimiento de «Sierra Redonda», «que son las
peores», explica Ángeles. «En ésta y en cualquier cantera», remarca. «Hoy vamos
a capas más profundas, que son mejores. Con ellas los problemas serían menos»,
insiste Yolanda. Al margen de la piedra, hay que tener en cuenta otros
condicionantes, apuntan también, como las extremas
condiciones climatológicas de León, con temperaturas muy bajas en invierno
y mucho calor en verano. «Y que han pasado siete siglos», insiste Elba. Otro
problema que se ha puesto sobre la mesa por los expertos en los últimos años es
la contaminación, que algo también afecta.
En el fondo, lo que subyace en esta familia de canteros es no ser profetas
en su tierra. Pese a todos sus males, la Catedral de León también es lo que es
por la piedra de Boñar. «¿Por qué no hablan mal cuando se estropea una
vidriera?», se pregunta Yolanda. «Es que son cosas muy antiguas», insiste.
Tan es así que en los últimos años apenas han tenido pedidos para su
restauración. «Se nos valora más fuera que dentro; de hecho, seguimos viviendo
de la piedra de Boñar en la tercera generación ya de esta empresa», remarcan
casi al unísono las tres.
Los bloques de piedra que se sacan de los yacimientos se trasladan hasta
las instalaciones de Oasa cerca de la estación de Feve de Boñar, donde se
cortan y pulen. Allí son transformados en suelos, losetas, lavabos,
chimeneas... Todo un amplio abanico de posibilidades.
Oasa ha iniciado el
camino de la exportación. Su objetivo son los mercados de Rusia y Alemania.
Allí empiezan a valorar la histórica piedra de Boñar
MANUEL C. CACHAFEIRO 18/01/2015
Me alegro mucho por OASA y las hijas de Carlos, a quien conocí bien, y a su abuelo Armando (el siempre respetado D. Armando en la Fonda Mary de mis abuelos, con su Dodge Dart amarillo como buque insignia en los años 60). Mi particular felicitación a esta saga de empresarios y buena gente. Lástima que el talco y el agua de Boñar no hayan seguido su estela.
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