En la sociedad tranquila y uniforme de mi infancia las meriendas y comidas en el campo rompían la monotonía y creaban un ambiente de comunicación especial.
Unas eran más serias y oficiales, otras más campechanas ; unas con mesa y mantel, otras tenían como mantel la hierba.
Aquello de las mozas con las mozas y los mozos con los mozos, solía ser verdad , al menos en la mesa.
A juzgar por las caras eran momentos vividos con alegría
Esta mesa parece más seria, dominan los curas.
Esta panda no se lo pasaba nada mal. ( Era yo pequeño y oíamos como faltaban conejos o gallinas de algún corral, para las cazuelas de los quintos o pandillas que hacían una merendola).
El pinar de Adrados siempre fue uno de las sitios elegidos para compartir una merienda. Tranquilo, con olor a resina, cantos de arrendajos y algún que otro esguilo despistado correteando de rama en rama.
Una familia representativa y querida en Boñar
En las bodas de oro, como esta, no faltaba la tarta; en el campo eran obligados los filetes empanados y la tortilla de patata.
aquí tienen cara de serios, pero las liaban bien.
Las fiestas que organizó este alcalde, han quedado como de las más animadas de la historia de Boñar.
Si antes me refería a un alcalde, ahora lo hago a un sacerdote, que ha quedado también en nuestra memoria como un sacerdote sencillo, dicharachero y celoso de su trabajo al que iba en el medio de locomoción rural: el burro.
¡ Qué buenos ratos aquellos en el pinar o en el soto!
En el pinarín, en la falda del Pico Cueto. Que bien sabía todo en estos lugares de la naturaleza.
Como se ve, Boñar no era tan aburrido
Con esta foto cierro este pequeño capítulo de gentes de Boñar, me gustaría tener muchas más , porque a través de estas fotografías sentimos el latir del corazón de Boñar.
NB: Como en todos ellos, sigo sin mencionar los nombres de los que salen para que seáis vosotros quienes los descubráis).
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