El Maragato es el vigía secular de la vida de Boñar. Su compañero el Negrillón le dejó hace tiempo, Encaramado en lo alto de la torre, está abierto a los cuatro puntos cardinales, asi que no se le escapa nada de lo que pasa en Boñar. Este blog quiere ser memoria de lo que fue y es. En él están recogidas tradiciones, personas, historia.... Bucea en él para conocer mejor a Boñar.

domingo, 5 de febrero de 2012

EN EL BAR

En Boñar siempre hubo muchos bares. En verano refrigeraban con su cerveza, en invierno proporcionaban calor alrededor de la estufa. En todo tiempo siempre fueron lugares de encuentro y de tertulias. Me encantaban aquellos penumbrosos, pequeños, con olor a moho. Cada uno tenía su distintivo.


Es verdad que yo no viví mucho los bares, sólo en verano que es cuando me acercaba al pueblo, pero se me quedaroon recuerdos de mi infancia: la tasca de Angelillo,- mi padre llamaba chigres a estas, cariñosamente , por supuesto,- allí ibamos a comprar cacahuetes y a venderle saúco y cornezuelo del centeno;

Quinto, en aquella barra que parecía un púlpito; Claudio... todos ellos con una atmósfera tipo Casablanca, pero sin piano. Cuantas veces en verano nos acercábamos al de Blas, a jugar a los bolos y a merendar
 aquel plato de escabeche con cebolla que nos sabía a gloria


Recuerdo , siendo pequeño, una anécdota que me llamó la atención de pequeño en Blas. Un grupo de mayores con el oido pegado a una radio en la que radiaban un partido de España. recuerdo la seriedad y silencio de un guardia que creo se llamaba Polo, que solo perdía la impasibilidad cuando España metía gol y se echaba un vaso de vino al coleto.
Blas siempre fue algo especial para los boñareses, porque era más que un bar.
Había otros más modernizados y puestos al día por aquello del turismo: el bar Viejo, el Central, eran más de tertulia y partidas.

Los había también intermedios, en los que se bebía y se podía tomar unos buenos platos: el Manquín, inolvidable, bilbaino por todos los costaos, con su llamada por la cañeria para que bajaran los calamares; el Moreno, recogido , pero bullanguero; Cordobín, siempre lleno y ágil en el servicio, el de Isidro, servido por sus dos "mesoneras"....

Y los de la periferica: el bar Rica, con un sabor especial y un aire ferroviario; el de Toña allá por el final de la corredera y como no, el recordadísimo de Faico, con su pista, en la que se hacían bailes  de disfraces y todo.

En este grupo podemos ver a Aniceto, inolvidable alcalde.

Y cerrando los bares de mi infancia ( igual se me olvida alguno) traigo esta foto de una comida en Remellán, en las que están las fuerzas vivas , entre las que también reconozco a D. Eutimio, el cura del sanatorio.

Estos son los de mi infancia. Después Boñar vio crecer su número. Unos han durado, otros cerraron, otros cambiaron de manos, pero unos y otros han sido testigos de muchas historias.
Como recuerdo a todos ellos pongo esta foto sacada en Manín, el verano pasado.


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